Un performance para la sesión de Grandes ideas de advocacy (Great ideas for advocacy) por parte del Colectivo de acción política bibliotecaria de #BibliotecariosAlSenado en la presentación colaborativa que hice junto a Andrés Reinoso. Aquí mis notas del cuarto día en esta serie de publicaciones sobre el Congreso de IFLA en Atenas, 2019.
La sesión sobre Grandes ideas para la promoción y defensa de las bibliotecas
Por invitación de Stephen Wyber, coordinador del equipo de Políticas y promoción y defensa de IFLA (o Policy and advocacy), a quien el Grupo de acción política bibliotecaria de Ascolbi de #BibliotecariosAlSenado debe muchísimo y aprovecho para felicitar por su gran trabajo, nos invitó a esta sesión.
Ideas como el Estudio Crews en detalle, las declaraciones de #BibliotecariosAlSenado en la Organización Mundial de Propiedad Intelectual – OMPI y muchas pero muchísimas otras cosas que han pasado con #BibliotecariosAlSenado y en mi caso particular en el Programa de Liderazgo son el resultado del increíble trabajo que Stephen, Ariadna, Camille, Valensiya y las demás personas del equipo de IFLA hacen desde IFLA HQ para el mundo en colaboración con las asociaciones bibliotecarias. Para mi es un gran honor poder compartir con una persona tan hábil como él y de hecho si estas pensando en promover tu grupo de promoción y defensa (o advocacy que llaman) en tu asociación bibliotecaria y si además de eso quieres sumarlo al trabajo descentralizado que hacemos en #BibliotecariosAlSenado no dudes en escribirle a Stephen o a nosotros. Es el trabajo en equipo y la colaboración lo que está movilizando cambios reales en las bibliotecas de Latinoamérica y del mundo entero.
Una preparación conjunta siguiendo las metodologías de trabajo de Bibliotecarios al Senado
Usamos Internet y mucha querendura para empezar a establecer diálogos sobre cómo podríamos mostrar el trabajo de dos colectivos que trabajan con asociaciones bibliotecarias en Colombia inicialmente y en Argentina, donde uno de sus primeros trabajos fue esta declaración sobre la ley del INLA. El hecho que más de 15 instituciones de ambos países, donde asociaciones bibliotecarias nacionales, regionales, de egresados, organizaciones de la sociedad civil, redes de universidades, redes de bibliotecas, empresas del sector privado y el apoyo de IFLA muestra un trabajo de coordinación para fijar objetivos comunes que un sector bibliotecario puede promover y de hecho ser bastante representativo del sector.
En nuestras reuniones de trabajo quincenales debatimos la propuesta de Stephen y acordamos que el tema a promover sería la colaboración internacional y la filosofía de la querendura, en Colombia y de la querencia en Argentina. Usamos este pad de Docutopia para ir esbozando ideas y dejar algunos recursos listos para la presentación. Para este proyecto trabajamos específicamente Virginia Inés Simón, Fernando Ariel López y Andrés Reinoso desde Argentina y Johana Jaramillo y yo desde Colombia. Además de la metodología de trabajo distribuido de #BibliotecariosAlSenado también tomamos un poco de otra comunidad en la que también participo, donde de hecho he ayudado a escribir e ilustrar el libro de Documentatón, de la Comunidad de Grafoscopio.
La presentación la hicimos en Drive porque debíamos ceñirnos a la estructura de presentaciones que iban a tener los demás invitados. Sin embargo siguiendo lo registrado en la Documentatón estaría mejor encontrar alternativas de software libre como el mismo CodiMD. Los materiales los publicamos en este sitio, en Nomono, por lo que quedan en dominio público desde su creación y de hecho puedes descargar, editar y modificar lo que necesites.
Usamos también Grafoscopio para realizar los mapas. Así quedó el que resaltaba los países que trabajaron conjuntamente en este proyecto:
…y si usas Grafoscopio, aquí el código que usé para generar el mapa:
"Tres colores"
| b lb|
b := RTMetricMap new.
b countries: #(
'Belize'
'Chile'
'Brazil'
'Bolivia'
'CostaRica'
'Uruguay'
'Guatemala'
'Guyana'
'Nicaragua'
'Cuba'
'FrenchGuyana'
'Suriname'
'Venezuela'
'DominicanRepublic'
'Ecuador'
'ElSalvador'
'Haiti'
'Honduras'
'Panama'
'Paraguay'
'Peru'
)
color:[Color paleYellow].
b countries: #(
'Mexico'
)
color:[Color paleTan ].
b countries: #(
)
color:[Color lightBrown].
b countries: #(
'Colombia'
'Argentina'
)
color:[Color lightBrown].
"Crea la leyenda del mapa"
lb := RTLegendBuilder new.
lb view: b view.
lb addColor: Color lightBrown text: 'Orange: #BibliotecariosAlSenado presence'.
lb build.
^ b
Todo en su conjunto se ve así:
Ajustando los detalles finales con Andrés en Atenas
En cada revisión de la presentación y el discurso fuimos puliendo más y más el texto y las ideas que queríamos transmitir. Con Andrés probamos más o menos los tiempos y lo que íbamos a decir. Algunos ajustes, por ejemplo su sugerencia de hacer un gif animado.
Cuando conversamos en esos momentos Andrés me dijo que le había impactado mucho mi presentación en Buenos Aires, particularmente el momento que se ve la diferencia del bibliotecario tímido y el bibliotecario extrovertido. De hecho incluso Fernando también me hizo una referencia a ese momento. Ahí me dije ¿y qué pasaría si buena parte de la presentación también incluye esa transformación en vivo?
La interpretación de Andy Kaufman de Elvis Presley
Por allá a finales de 1999 se lanzó la película Man on the moon (Hombre en la Luna, mi traducción literal). Allí conocí la obra de Andy Kaufman y buscando sus interpretaciones encontré la que hace de Elvis Presley.
La mañana de la presentación, mientras terminaba de escribir el reporte del día 3, entre los problemas de conexión, las prisas para llegar a tiempo y mi torpeza empecé a pensar que si este performance iba a ser convincente, debería empezar a hacerlo desde antes.
Una mañana siendo un bibliotecario tímido (y con una presentación en el Congreso más importante para los bibliotecarios)
Las cosas se me caían, caminaba con pasos muy cortos, tenía siempre las manos sosteniendo cosas que no necesitaba pero que me quitaban movilidad… hablaba muy bajito y lo notaba porque las personas se me acercaban ladeando sus rostros para tratar de hacer que las ondas sonoras llegaran directamente a sus tímpanos. Las manos me sudaban y todo el tiempo le decía a todo el mundo «Am sori», en un pésimo intento de inglés para decir I am sorry. Sin buena dicción, con los hombros encogidos todo el tiempo y pensando que todo iba a ser horrible.
Me quedé de encontrar con Andrés en el auditorio donde íbamos a hacer la presentación, el auditorio más grande del evento. Me paré en la última fila buscando la última silla. Me encontré con Ariadna (IFLA) a quien le dije que iba corriendo porque iba tarde a mi presentación, pero al revisar el horario había llegado una hora más temprano.
Me recogí el cabello, me puse gafas, me apunté todos los botones de la camisa hasta muy arriba, hasta casi asfixiarme el cuello. Sentí que dejé mi dignidad en algún pasillo y que no valía nada, que cualquier persona podía hacer conmigo lo que se le viniera en gana. Al encontrarme con Andrés en el auditorio se me cayeron las gafas oscuras que tenía en el bolsillo de la camisa sobre una persona atenta a la presentación de Bárbara Liason (Alemania), la actual presidenta electa de IFLA y creo que le dije tres veces que lo sentía y luego de cuadrar con Andrés que hablaríamos fuera del auditorio me aseguré de pedirle disculpas nuevamente a la señora que me había ayudado a recoger las gafas y muy amablemente me sonreía para tratar de hacerme sentir mejor.
Afuera, Andrés muy sereno me decía que compartiéramos un café porque me quería hacer un regalo. Yo le hablaba con una voz que desaparecía a cada palabra. Andrés me daba palmadas en la espalda y me decía «uy, no sabía que te ponías tan nervioso antes de las presentaciones». Yo le disparaba mil palabras por minuto, con muchas repeticiones de palabras, sin ideas claras, tratando de controlar todo lo que pasaba a mi alrededor y mi voz desapareciendo a cada palabra, como si me bajaran el volumen paulatinamente.
Me senté en la cafetería, con los hombros muy juntos y las rodillas también y empecé a dar palmadas en mis piernas, como si quisiera marcar de manera acompasada los segundos que faltaban antes de la presentación. En esos momentos no le entendí una palabra a las explicaciones de Andrés. Empecé a usar el computador de una forma muy torpe y se me abrieron mil pestañas, no encontraba lo que buscaba y no paraba de mirar el reloj y las puertas que tenía alrededor, como si estuviera buscando una salida para irme corriendo a un lugar seguro. La frente de Andrés pareció brillar un poco por las pequeñas gotas de sudor que le empezaban a brotar. Él también estaba nervioso.
Sacó un regalo envuelto en papel brillante rojo y me lo ofreció diciéndome «tomá este regalito que te traje para que se te pasen los nervios». Me regaló un libro de Peter Capussoto (cosa que me mató) pero me apresuré a guardar en mi maleta. Luego traté de sacarlo y le pedí permiso para abrir mi regalo. Todo estaba muy fuera de control.
Para retomar el control traté de enfocarme en la presentación nuevamente, en la distribución del tiempo, la secuencia. Andrés me decía aquí empiezas tu, luego esta parte la digo yo y luego aquí rematas, pero si quieres arrranco yo para que te sientas más tranquilo. Sacó su celular y me leyó algo que había escrito. Yo no entendía lo que decía. «Esa fue la parte en español, ahora en inglés». Si ni siquiera entendía lo que me decía en español ¿qué iba a resultar en la presentación?
Me dijo que habían tiquetes para reclamar cafés gratis. A él se le empezaron a caer las cosas. En un momento revisó su celular y yo pensé que él sabía que yo estaba mamando gallo como decimos en Colombia (haciendo una broma). Pensé que le escribía a alguien por un chat diciéndole que no sabía lo que me pasaba o algo así. No importaba lo que Andrés hiciera, yo sentía que estaba hablando de mi. Y de hecho hablando mal de mi.
Como sea traté de conseguir el café gratis. Del piso en el que estaba me mandaron a otra cafetería un piso más abajo. Yo estaba plantado en la mitad de la barra esperando que alguien viniera a atenderme y tratando de empezar frases que nunca acababa. Sentía que estorbaba a todo el mundo pero no era capaz de decir lo que quería. Cuando me dieron un café me quedé un rato más porque quería leche y hasta me empezaba a molestar porque la gente no me entendía. La verdad es que no me entendían porque no les hablaba y por supuesto como especie humana no hemos desarrollado muy bien la telepatía. Si no dices lo que necesitas claramente, nadie lo va a hacer por ti.
Al volver Andrés estaba con Andrew Finegan (Australia) y trataba de deirle cosas, pero hablaba tan bajito que Andrew continuaba sus conversaciones con Andrés, la conversación ahora iba en inglés. Ellos estaban hablando de regalos y yo traté de mostrarle mi regalo a Andrew. Él lo ojeó y empezó a notar que yo actuaba de forma extraña y señalaba páginas en el libro, que seguramente no entendía porque estaban en español. Él decía «esta parte es muy graciosa» y yo repetía lo mismo, «si, si, si, si, si, esa parte es muy graciosa» e incluso intenté fingir una risa sin realmente saber de qué me estaba hablando Andrew.
Andrew ya algo incómodo trató de devolverme el libro, que yo creía no merecía y le dije que se lo regalaba. Enseguida miré a Andrés porque noté que había metido la pata regalando una muestra de afecto y miré de reojo a Andrés, tratando de enmendar mi error rápidamente empaqué el regalo y lo metí en mi maleta. Andrew me miraba y yo tomaba el café con mis dos manos, como aferrándome a ese café como si mi vida dependiera de ello. Como tenía la respiración agitada con las fosas nasales resoplé adentro del vaso y el vapor humedeció mis lentes. ¡No podía ver nada! e incluso Andrew sonrió como entre divertido y extrañado por algo tan raro. Resolvió irse con un «creo que los dejo porque están ocupados trabajando en lo suyo». Noté que la gente no quería estar conmigo o en una situación de tanto estrés.
Recibí un correo de Stephen enviado a todos los expositores, aclarando dónde nos íbamos a encontrar. Empecé a fijarme en cada uno de los detalles y todo empezó a ser un problema si no se hacían de la forma que yo quería que sucediera. Stephen me mencionaba a mi pero no decía nada de Andrés. Le propuse a Andrés reenviarle el mensaje y hacerle el reclamo a Stephen, por lo que tuvimos una amable discusión, pero él trataba de frenarme. Le reenvié el correo a Andrés y le respondí a Stephen, con copia a otras 10 personas (incluído Andrés) un mensaje que decía (con mala puntuación y muy poco empático porque ni saludo tenía) un «Thanks Stephen everything is perfect, no nervous at all«. En ese momento vía correo electrónico empecé a distribuir el estrés al grupo.
Cuando llegó Stephen quise aclararle que Andrés no estaba copiado en los mensajes, detalle sin importancia pero que le tenía que hacer saber y que de hecho no solucionaba ninguno de mis problemas de estrés. Tampoco ayudaba a la presentación porque de hecho Andrés ya tenía conocimiento del correo y con sólo extenderle mi mano él podía leer su mensaje. Luego le dije con horror y negando que eso estuviera bien «Stephen, éste es el auditorio más grande del lugar» como queriéndole decir que de haber sabido que me iba a presentar allí hubiera declinado enseguida la invitación. Él me miró y con una sonrisa gentil me dijo en su perfecto inglés británico «I know» y siguió con sus cosas. De alguna forma sentí que quería que Stephen me solucionara un problema que era sólo mío. Mío y de Andrés.
Caminamos unos pasos y nos encontramos con Donna (Estados Unidos), presidenta de IFLA de 2015 a 2017 y me apresuré a darle la mano, caliente por la sangre que corría en mis venas y sudorosa por el nerviosismo que había cultivado hace un par de horas. En vez de mirarla a los ojos y decirle mi nombre me apresuré a mirar al piso y mostrarle mi escarapela para que leyera quién era y de dónde venía, mi mano temblaba un poco y la escarapela temblaba. Repetí el ejercicio con los pocos que se me acercaron.
Donna propuso sentarnos en una mesa redonda y yo tomé una silla que puse un poco fuera del círculo, para tratar de estar en una segunda línea. Seguía con los hombros juntos, los codos pegados a mi dorso, las rodillas unidas y mi maleta frente al pecho, como si fuera un chaleco antibalas que me iba a proteger de un grupo de bibliotecarios que capaz nunca habían visto un arma de verdad en su vida. Mi mente iba a mil y tampoco entendía las explicaciones de Donna de cómo quería que sucedieran las cosas. Algo escuché de su parte que dijo que dentro de poco todo esto habría terminado y nos daríamos un gran aplauso, no importaba qué tan nerviosos estuviéramos todo saldría bien. No se atrevía a dirigirme la mirada.
Yo miraba todo el tiempo hacia otros lugares, buscando las salidas. Daba pequeñas pero repetidas palmadas en mi maleta y escuché que Donna mencionaba a Stephen. Algo se activó en mi cerebro como si me hubieran ordenado «vé y busca a Stephen», así que hice un desafortunado ademán para ver cómo Stephen se alejaba a mis espaldas. Yo no estaba ni aquí ni allá.
Bruno que estaba a mi lado me dijo algo que no recuerdo, pero mis oidos apenas escucharon «…y la presentación la haremos en inglés». Eso elevó la presión sobre mi porque mi lengua nativa es español. Traté de buscar con mi mirada a Karolina, porque en ocasiones anteriores había hablado con ella. Se veía muy tranquila pero no sé en qué momento lo que parecía una broma se había convertido en un asunto que se estaba expandiendo a otros integrantes del grupo.
Nos sentamos en la primera fila (¡horror!) y yo puse problema porque no estábamos en el orden que Donna había designado, de hecho porque había un espacio entre Andrés y yo (detalle sin importancia). Noté que al otro extremo de esa primera línea Vicki McDonald (Australia) comentaba con una persona a su lado y me miraban. Yo retiraba la mirada lo más rápido posible para que no se cruzara con la suya. El evento empezó, Donna lo coordinaba y yo era el tercer expositor, luego de Bruno (Portugal) y un video de una colega que no había podido asistir. Hice un intento de selfies pero traté de no salir mucho en ellas. En esos momentos era uno de los bibliotecarios más tímidos sobre la faz de la tierra.
Físicamente algo había cambiado en mi. Tenía la boca más seca que de costumbre. Con una voz diminuta le pregunté a Karolina (Suecia) si tenía agua. Con diligencia me pasó una botella nueva y la bebí haciendo unos sonidos extraños y molestos mientras la tragaba. Se la devolví.
Uno de los traductores se acercó con las diapositivas impresas entre sus manos. Me preguntó quién presentaba esa parte y yo le dije que Andrés y yo pero con un tono muy bajo de voz.Se me acercaba para que le hablara más cerca del oído. No sabía qué era querendura y quería preguntarme si era algo relacionado con deseo. Le dije que era más como una cosa bonita, como con cariño. Salió disparado a la cabina de traducción.
Donna arrancó la presentación y dio algunas instrucciones. presentó a Bruno y él se acercó al podio. La cámara lo filmaba a él y aparecía en primer plano en una pantalla gigante sobre su cabeza. Sus diapositivas no aparecían y yo le preguntpe a Karolina si algo andaba mal. Ella me explicó casi con dulzura que no había problema.
Cuando Bruno terminó casi ni aplaudí. Donna siguió preparando la presentación del video y de repente las diapositivas cambiaron de orden y empezaron a aparecer las que habíamos preparado con Andrés. Tal vez los nervios se esparcían por todo el salón como un humo espeso que avanzaba lentamente por el piso. Se acabó el video y fue nuestro turno. Yo subí abrazando mi maleta y detrás de Andrés. Teníamos menos de 4 minutos para terminar todo.
Cuando Andrés empezó yo traté de hacerme atrás de él. La cámara enfocaba a Andrés y yo movía mi mano mientras miraba la imagen en la pantalla gigante. El camarógrafo hizo una toma más cerrada del plano y yo me moví más cerca de Andrés para volver a hacer lo mismo. La gente no me importaba en lo más mínimo.
Andrés terminó su parte y yo empecé a hablar lejos del micrófono, la diferencia entre la voz de Andrés y la mía era abismal. Empecé a decir que en esta sesión deberíamos levantar la mano para decir que los bibliotecarios podemos ser unos bibliotecarios rockstar, bibliotecarios estrellas de rock. Nadie me secundó. Dije que lo iba a explicar nuevamente y dije «Yo soy un bibliotecario rockstar«. Silencio.
Dije que tal vez debería usar mis gafas de sol y ésto pasó:
Terminamos en dos minutos. Sin muchas explicaciones, porque al fin y al cabo la gente podía leer nuestras diapositivas. Lo que pasó a allí puede darnos muchos temas para pensar, pero ojalá lo discutamos en los comentarios. Donna mucho más aliviada nos agradeció y resaltó la importancia de la colaboración internacional bibliotecaria.
Volví y triné esto sobre el mensaje de Karolina. Al sentarme a su lado era otra persona. dimos varios mensajes: colaboración internacional, la querendura es algo como lo que los Beatles decían de All you need is love y demostramos una vez más que la telepatía puede que funcione a futuro, pero todavía no la tenemos muy bien desarrollada.
Algo que noté escribiendo este texto es que al no tener nada de empatía con las personas, los presentadores se mencionaron entre ellos, pero la barrera que genera la timidez, pareciera que dicha barrera se traspasa a los medios digitales. Incluso la audiencia deja de mencionarte, aunque tal vez estaban tan desconcertados y trataban de prestar atención para entender qué estaba pasando. Dejo aquí los trinos sobre las demás presentaciones.
Algunas reacciones luego de la presentación
Al terminar le dije a quienes presentaron que me excusaran si los había hecho sentir nerviosos, pero que agradecía su paciencia. Le conté a una colega alemana que de hecho ni Andrés sabía de esto y se le escapó un Oh my GOD! Donna se quedó hablando Bruno, Andrés y conmigo y conversamos sobre el tiempo. Donna dijo que no había sido necesario porque en dos minutos terminamos. – Espero hayamos entregado nuestro mensaje; le dije y me dijo que le había quedado claro «y en menos de dos minutos».
Un bibliotecario que parecía de Medio Oriente se me acercó cuando ya había salido del evento y caminaba con Andrés y me dijo que le había encantado la presentación. «No te entendí nada, ¡pero me encantó la energía!». Una colega suiza me dijo que le había parecido que las presentaciones habían sido muy planas, todas con el mismo nivel y que ésta había resaltado. No sé cuánto de la presentación quedará en su memoria, pero espero que a futuro la recuerde.
Loida García-Febo (presidenta de ALA 2018-2019) me dijo que había seguido mi «exitosa» presentación por Internet. Ingrid Bon (de quien escribí en este post) me dijo que la presentación la había desconcertado, que eso la había dejado tratando de procesar lo que había pasado ahí y que de hecho eso era muy valioso y casi nunca le pasaba. Me dijo que yo estaba mucho más allá de muchas cosas, que es como tener un músico que toca aparte de la banda y la idea es hacer un concierto conjunto. «Me preocupa que el mensaje no lo haya entendido mucha gente, pero me acuerdo de esa conversación cuando me pediste algo y yo te dije no seas tan humilde«. Es cierto, los bibliotecarios solemos ser demasiado humildes con todo. – También nos miramos con Claudia Lux (mencionada en este post) y no entendíamos dónde se había ido el David que conocíamos. Luego me dijo que ese era el resultado del Programa de Liderazgo de IFLA.
Claudia estaba sentada en primera fila.
En la tarde cultural me encontré con José María Nogales, presidente de ANABAD y me dijo con su tono grave y acento español «lamento que la bibliotecología haya perdido tu gran talento, porque ¡tienes talento para el teatro! Que me has engaña’o…».
La pequeña biblioteca gratuita
Mi tarde al lado de una voluntaria
Estuve con una colega que anda de voluntaria (al igual que Ingrid Bon) y me dijo algo que pude comprobar luego de pasar cerca de dos horas conversando con ella para acompañarla: los voluntarios somos invisibles. Apenas te pones este chaleco rojo parece que desaparecieras para los ojos del mundo. Nadie ni siquiera me saluda.
Eso no está tan chévere. Si lo hice por descuido creo que me voy a fijar mucho en los voluntarios de éste y todos los posibles futuros eventos para que al menos de mi parte eso no pase.
La tarde cultural
En la mitad del Congreso siempre se hace una fiesta de intercambio cultural. El país sede presenta comida y bailes típicos, para darle paso a comida, algunas bebidas y una fiesta.
¿Sirvió la presentación?
¿Crees que la presentación fue una acción interesante? ¿Riesgosa? ¿Fue una buena idea de promoción y defensa para las bibliotecas?
Hola David, cuántas emociones juntas en este Reporte. Me pone contenta que una forma diferente y transgresora de presentación haya impactado en los asistentes.
Sabías que todos los bibliotecarios tenemos algo de actores, sino como haríamos para encarar todo lo que se nos presenta y como resolveríamos los problemas que no se atienden en las altas esferas.
Adelante!!! colega.
Rosita.
Pienso mucho en tus buenos deseos cuando voy a hacer presentaciones. Como tus deseos incluyen referencias al teatro, pensé ¿y por qué no en vez de hacer algo parecido al teatro hago una puesta en escena completa?
…y mira lo que me salió. Influencia de nuestras conversaciones.
Abrazos <3