En las notas finales de «Las venas abiertas de América Latina» de Eduardo Galeano, encontré esta cita sobre la prohibición de libros, escrita en 1978:
En Argentina ya no es necesario prohibir ningún libro por decreto. El nuevo Código Penal sanciona, como siempre, al escritor y al editor de un libro que se considere subversivo. Pero además castiga al impresor, para que nadie se atreva a imprimir un texto simplemente dudoso, y también al distribuidor y al librero, para que nadie se atreva a venderlo, y por si fuera poco castiga al lector, para que nadie se atreva a leerlo y mucho menos a guardarlo. El consumidor de un libro recibe así el trato que las leyes reservan al consumidor de drogas. El proyecto de una sociedad de sordomudos, cada ciudadano debe convertirse en su propio Torquemada.