Al que vive inmerso en el vértigo de las ocupaciones o los placeres, sin meditar nunca sobre su pasado, y tan solo va devanando su vida sin cesar, se le escapa el sentido claro de las cosas; su alma se convierte en un caos y cierta confusión irrumpe en sus pensamientos, como mostrará pronto lo abrupto, fragmentario y, por decirlo así, despedazado de su conversación. Y este es tanto más el caso cuanto mayor sean las perturbaciones exteriores y la cantidad de impresiones, y menor la actividad interior de su espíritu.
Arthur Schopenhauer en El arte de sobrevivir, «El ajetreo en la vida», página 86.