Las emociones nos llevan a centrar la atención en algunos aspectos de la realidad y descuidar otros, ganancia bien fecunda para nuestra vida activa, porque podemos poner un límite a la cantidad de información con que hemos de contar en nuestras deliberaciones y permitirnos no despilfarrar tiempo y oportunidades analizando una infinidad de informaciones que, gracias a los medios con que hoy contamos, cada vez es mayor. «A la parálisis por el análisis» – sería la consecuencia del encarnizamiento informativo. Mientras anduviéramos analizando sin término no pasaríamos a la acción; nos ocurriría como al robot de Dennett, ciego emocional que, sentado junto a una bomba, considera informaciones sin cuento, totalmente irrelevantes para el caso, en vez de huir que es lo prudente. Adela Cortina en Ética de la razón cordial: Educar en la ciudadanía en el siglo XXI, página 192.