Al final de la película hay una parca dedicatoria: «A mis hijos». Resulta mucho más dura está dedicatoria conociendo la realidad de la gente que vive una vida tan dura. Una doctora es testigo de primera mano del dolor de una familia palestina, que tienen la amargura (nacional) de ser expulsados de sus propias tierras.
Este tipo de películas te hacen olvidar la esperanza. Ver cómo puede llevarse la burocracia al extremo y olvidar que el otro es un ser humano, a pesar de las diferencias que pueden existir es algo muy común y que fácilmente puede hacerte pensar en la salida fácil: la violencia. Es una película que atrapa, que te desajusta, pero te hace pensar en la situación de miles de palestinos e israelíes.